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miércoles, 14 de agosto de 2013

Evolución de la moneda venezolana: las puyas

 
     Puyas de  1915 y ¿1933?   numismatica-venezuela.info
¿Y la ñapa?
Muchas gracias a Jorge R. Mogollón, Luxtel, por el aporte musical para esta investigación
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Motivo Guaquerí/Autor: Perucho Aguirre/ Solista: Chaguito Lunar /Grupo Collar de Perlas,una adolescencia hecha vez/Nueva Dialéctica Folklorica Regional/ Polydor 30.177, Porlamar


EL OCASO DE LAS PUYAS.docEL OCASO DE LAS PUYAS.doc
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     La transcripción anexa proviene del libro HUMOR Y AMOR DE AQUILES NAZOA, cuya tercera edición -en mi poder- data de 1970
El 14 de agosto de 2013 07:53, Jorge Mogollón R. escribió:
EL OCASO DE LAS PUYAS.docEL OCASO DE LAS PUYAS.doc
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Jorge R. Mogollón 



         Me olvidé comentarte que en realidad buscaba algo que -según creo- escribió sobre LAS ÑAPAS. De cualquier forma, no se me ilumina el entendimiento ahora.
Si mal no recuerdo, entre las ñapas más usuales estaba la de SAN SIMON Y JUDAS (¿Queso y papelón?). 
      Aquiles también escribió sobre las lavanderías de Chinos, que en un momento dado dominaban ese negocio en Caracas. La última estaba en las proximidades de la esquina San Luís.
      De los chicheros, recuerdo que el de la esquina Peláez estuvo 50 o más años ejerciendo el oficio  y creo que quien está ahora es descendiente. También el de la esquina Puerto Escondido, cuya particularidad era operar dentro de un local comercial y por último el de la Plaza Miranda, que en realidad se colocaba en el callejón sur de Extranjería y Teatro Municipal.

Saludos

Puya de 1958:

 El ocaso de las Puyas 

 Aquiles Nazoa (Caracas 17.5.1920/25.4.1976)

Cuando yo estaba muchacho,
allá por el año treinta,
y andaba con mi cachucha
metida hasta las orejas
y mis pantalones cortos
y mis alpargatas negras;
cuando yo era un muchachito
de diez abriles apenas,
recuerdo que algunas tardes
al irme para la escuela
mamá me daba un centavo
para que cuando saliera
me lo gastara en alguna
de las muchas suculencias
que un muchacho goloso
y en una esquina cualquiera,
comprarse podía entonces
con tan humilde moneda.

Era entonces raro el dulce
por muy sabroso que fuera,
que en aquel tiempo en Caracas
más de un centavo valiera:
sólo un centavo pedían
por una torta burrera
y las conservas de coco
también a centavo eran,
lo mismo que las  “pelotas”,
los coquitos, las torrejas,
las tajadas de tequiche,
los caratos en botella,
los gofios y los golfiados,
los bizcochos de manteca
y aquellos crujientes dulces
que se llamaban las huecas
y a los que debió mi infancia
tantos dolores de muelas!

Tener un centavo entonces
y en la Caracas aquella,
era ser un potentado,
un Montecristo en potencia,
y al tesoro de Aladino
tener las puertas abiertas;
era tener en la mano
como la llave secreta
de un mundo maravilloso
de azafates y vidrieras
que en aventura de encanto
trocaba el viaje a la escuela.

De aquellos lejanos días
hace el tiempo como arena
y de los dulces de entonces
ya no hay ni tortas burreras;
se esfumaron lo tequiches,
coquitos, casi no quedan,
para siempre del carato
se vaciaron las botellas,
y las huecas ahuecaron
y los besitos no besan.

Y en cuanto a los centavitos,
nuestras puyas de la escuela,
nuestros cándidos centavos,
nuestras chivitas modernas,
las que quedan son muy pocas
y las muy pocas que quedan,
en vista de que ya nada
puede comprarse con ellas,
ya nadie les hace caso,
todo el mundo las desprecia;
quien encima carga algunas
las carga como una pena.
llegando hasta sonrojarse
si en el bolsillo le suenan,
y si alguna se le cae,
ni se agacha a recogerla.
Si en el autobús se paga
con cinco puyitas sueltas,
el chofer que las recibe
las toma como una afrenta
y aparte en la perolita
las coloca en cuarentena
para dárselas de cambio
a algún otro que atrás venga.
Ya ni para dar limosnas
sirven las tales monedas,
pues si usted a una viejita
con un centavo le llega,
con todo y ser tan viejita
la viejita se calienta.

Lo mismo son los muchachos:
Hoy a un muchacho su abuela
o sus padres o sus tíos
o su padrino o quien sea
le sale con una puya
cuando va para la escuela,
 y podéis estar seguros
que lo que viene es enea,
pues el mentado muchacho,
por buen carácter que tenga,
¡se sentirá ante la puya



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